Un estudio pormenorizado sobre “Paradigmas en disputa” en relación a programas sociales que da por tierra con varios mitos instalados en Argentina sobre la cuestión.
Por Vito Amalfitano
“A cada modelo económico le corresponde un modelo social y una forma de intervención del Estado en lo social, esa es la hipótesis central del libro”, dice el licenciado Cristian Arroyo, quien acaba de presentar una obra imprescindible sobre programas sociales que se denomina Paradigmas en disputa en la Política Social Argentina, Del Plan Trabajar a la Asignación Universal por Hijo, que publica Espacio editorial.
Cristian Arroyo tiene 37 años, es licenciado en Servicio Social (UNMdP) y Especialista en Políticas Sociales (UNLP). Es docente de la carrera de Trabajo Social en la UNMdP, fue diputado de la provincia de Buenos Aires, es fundador de la Asociación Civil Estrategia Social del Sur y actualmente coordina el Instituto de Políticas Públicas y Protagonismo Popular.
Recientemente Arroyo presentó su obra en la Feria del Libro de Mar del Plata junto a la diputada nacional marplatense Fernanda Raverta.
-¿Cuál es el punto de partida y cuál el de llegada, si es que lo hay, de un libro con un tema tan candente?
-Mirá, en el libro analizamos desde la década del ’70, desde la entronización del neoliberalismo, desde la dictadura, hasta el kirchnerismo. Y vemos que cuando hay un modelo económico de concentración de la riqueza hay un modelo de política social que restringe derechos, que sólo apunta al asistencialismo para que los sectores más vulnerables no se mueran de hambre.
Se busca generar “certificados de pobreza” para poder convalidar y justificar políticas de ajuste. Se busca a los más pobres de los pobres. En el neoliberalismo la política social es esa. En esa perspectiva vemos que así como cambiaron las cosas con el modelo económico del último año también está cambiando la política social. Y ya, por ejemplo, asistimos al fin de la moratoria jubilatoria, al no renovarse la ley de la inclusión jubilatoria.
Ahí ya tenés la pérdida de un derecho. Y habrá un montón de mujeres que no se podrán jubilar o deberán esperar hasta los 65 años para obtener una pensión, que es el 80% de una jubilación, que ya no alcanza…
-¿Y el objetivo de la obra? Porque justo lo terminaste de escribir en este tiempo de retorno del neoliberalismo…
-Está escrito desde la perspectiva de los sectores sociales más vulnerables. Y entendiendo que las políticas sociales no son únicamente para los más pobres sino para el conjunto de la sociedad. El libro buscaba analizar en qué se había podido avanzar en la última década y qué era lo que faltaba.
Con un perfil crítico, pero subrayando los logros evidentes, porque Argentina logró 100% de inclusión jubilatoria y más del 80% de los chicos menores de 18 años en Argentina tienen una asignación familiar. Haciendo ese reconocimiento desde el libro se apunta hacia dónde se tenía que avanzar con esas políticas.
Pero el eje cambió desde que se cambió el paradigma. Pero igual es interesante porque nos permite afirmar la hipótesis central del libro, que a cada modelo económico le corresponde una forma de política social. Y ahora estamos volviendo al paradigma anterior, al neoliberal.
-También en el libro se hace una diferenciación clara y necesaria entre lo que son “planes” y lo que significan verdaderos derechos ganados…
-Sí, pasa que las políticas sociales en Argentina son un campo de disputa. Desde la semiología, desde el imaginario social… Vale la pena analizar los mitos, especialmente en torno a la Asignación Universal por Hijo. Existe una estigmatización de los planes sociales o de sus beneficiarios.
Se busca justificar por la negativa la desigualdad. Los que menos tienen se lo merecen. En los tiempos de Perón se decía que por la asignaciones familiares se tenían más hijos o que por las viviendas sociales se hacían asados en los pisos de parquet. Como ahora se dijo, incluso desde un político que forma parte de la Alianza del actual gobierno, que el dinero de la AUH se va por la canaleta de la droga y el juego.
Otro mito es que hoy por la AUH aumenta la maternidad adolescente. Nosotros los desterramos con datos, con entrevistas, con estadísticas. Lo cierto es que los datos duros indican que, en realidad, la natalidad descendió en la Argentina desde que se otorgó la AUH. Es fácil refutar con datos científicos una afirmación que sólo se basa en el prejuicio.
Lo más complicado es la batalla cultural y luchar contra conceptualizaciones falsas. También se dice que los programas sociales y específicamente la AUH son para los hijos de desocupados. Y en realidad, hasta el año pasado por cada cinco trabajadores en negro un solo desocupado.
Es fácilmente demostrable entonces que la AUH asiste más a los trabajadores informales que a los desocupados, en proporción… Trabajadores informales que en algunos casos son explotados, con peores salarios, sin vacaciones… Y que muchas veces son empleados en las casas de los que critican la AUH.
-¿Cómo fue, justamente, ese tránsito que hizo el kirchnerismo de los “planes” a las asignaciones?
-Fue un salto de calidad en la seguridad social. La cobertura social en Argentina cambió drásticamente. Por la ley de inclusión jubilatoria todos los adultos mayores podían jubilarse en Argentina, por ejemplo.
No hay que demonizar la política asistencial pero claramente se pasó de la asistencia a la seguridad social. Y el eje central es la recuperación del trabajo, fue la mayor transformación de la década que pasó. De una sociedad con 25% de desocupación se pasó a un 5%. El empleo, en realidad, fue el mecanismo central de inclusión.
-¿Qué te significó la publicación del libro en términos personales, después de tu tarea docente y como legislador?
-El libro está escrito en diferentes momentos de los últimos años. A partir de una carrera de especialización en La Plata. Con análisis históricos y con entrevistas con los propios beneficiarios de los programas. Una vez en la calle, la experiencia es muy interesante. El poner en valor lo que la Argentina construyó como capital social desde el Estado, lo que se ha avanzado en los años anteriores con respecto a 2001-2002.
Y discutir los límites de ese mismo avance y qué se puede hacer para amenguar los efectos de los retrocesos. Pero también el libro es una oportunidad para poner las ideas por sobre las discusiones coyunturales, preguntarnos qué tipo de sociedad queremos.
Y por ahí en las charlas que damos sobre el libro nos encontramos con gente que no tiene nuestro mismo pensamiento político pero que si les preguntás seguro quieren que los adultos mayores tengan dignidad en sus últimos días, que el empleo sea el eje ordenador de lo social, que nuestra niñez esté bien protegida. Los libros, este tipo de trabajos, permiten también pensar y encontrar estos puntos de encuentro tomando distancia de la coyuntura.